Entorno a la polémica de la llamada “democracia de los acuerdos” el presidente del Partido Socialista, Fulvio Rossi, ha salido al ruedo declarando que:

gobierno de los acuerdos es un poquito eufemismo, porque siempre vamos a dar nuestro acuerdo y nunca vamos a ser obstáculo para aprobar proyectos que busquen el bien común. Hay que entender que cuando Piñera habla de gobierno de acuerdo habla de los temas que a él le interesa que acordemos” (Rossi 2010).

Circunscribiendo de este modo la terminología del nuevo presidente dentro del ámbito de la retórica, llamando directamente a la “democracia de los acuerdos” un eufemismo.

Según el lingüista francés Émile Benveniste , “eufemismo” proviene del griego euphēmein lo que sería “decir palabras de buen augurio”. Hoy en día no posee un carácter mágico y lo entendemos como una expresión hermoseada. Quien ha hablado más específicamente sobre ella ha sido Dumarsais: “es aquella figura por la cual se disfrazan ideas desagradables, enojosas o tristes mediante nombres que no son propios de estas ideas; ellos les sirven como de velo y expresan en apariencia otras más gratas, menos chocantes  o más honestas, según se necesite” (Dumarsais 1988). Así el uso del eufemismo está vinculado a los tabúes de la sociedad, diferenciando Dumarsais dos tipos: los eufemismos de delicadeza y los eufemismos de civilidad. Los primeros por ejemplo, dentro del dominio de la muerte: “ella nos dejó”, “él puso fin a sus días”, o de la sexualidad “hacer el amor”, etc. Los segundos, de carácter político consisten en tratar a los otros con delicadeza en un lenguaje “políticamente correcto”, como decir “gracias” en vez de decir “váyase”, o referir a subalternos sin llamarle “obreros” o “sirvientes” sino “encargados”, “especialistas”, etc.  Sin duda “democracia de los acuerdos” podría clasificar dentro de este grupo, intentando presentar con él un conjunto de intereses divergentes como un conglomerado unido y en la misma dirección. De modo que el eufemismo oculta, separa aquello que se pretende disimular mostrando algo que contrasta de un modo positivo en apariencia: en el caso de “democracia de los acuerdos” diferencias políticas, de clase, étnicas, sexuales, etc.

Por otra parte la expresión “democracia de los acuerdos” puede entenderse como una fórmula. En Análisis del Discurso el término fórmula fue introducido por J. P Feye en 1972 con el fin de describir expresiones como “estado total” y “estado totalitario” en los discurso fascista y nazi entre los años 1920 y 1930 (entre guerras). La formula se caracteriza por su uso masivo y repetido y no deja de causar cierta polémica. Casi siempre es un sintagna nominal, es decir una expresión usada para nombrar algo, y que en el plano de lo ideológico, se usado con anterioridad en un contexto histórico particular. Este último elemento se adapta perfectamente al término “democracia de los acuerdos” acuñado primeramente por Patricio Aylwin para expresar la política de negociación a la cual  el nuevo régimen democrático estaba forzado a mantener con las fuerzas militares.

Al ser la fórmula de carácter metafórico es indeterminada y por lo mismo reformulada constantemente, lo que se evidencia con frases como “con esto quiero decir…”, “lo que verdaderamente expresé fue…” o más concretamente:

«Para tener una verdadera democracia de los acuerdos se necesita de una buena actitud que salga del alma, autentica y verdadera, tanto del Gobierno como de la oposición». (Piñera 2010)

Lo que abre posibilidades de interpretación en dos direcciones «verdaderas democracias de acuerdo» y «falsas democracias de acuerdo». En el plano lingüístico se trata de una categorización nominal, esto es, se crea con la fórmula una categoría para referir asuntos de la vida políticay ciudadana, utilizando criterios de selección poco claros y difusos, pero que se cristalizan en la fórmula. Su carácter, por lo mismo, es evidentemente argumentativo.

El polémico término de “democracia de los acuerdos” pareciera compartir propiedades tanto del eufemismo cívico como de la fórmula, situándose en un espacio intermedio entre ambas figuras. Si fuese un eufemismo cívico la expresión necesariamente ocultaría algo (división, desacuerdo, diferencia) y si se tratase de una fórmula, necesariamente debiese nombrar y categorizar algo (una forma de hacer política, un posición, un grupo). Tal vez, la expresión se encuentra a medio camino en lo que se podría denominar una fórmula eufemística.

Pablo Rojas E.